Pero acaso las grandes ciudades sólo existían para que pudieran encontrarse un día, no allí donde habían nacido y en la cual vivían a trescientos metros de distancia sin haberse cruzado jamás, sin siquiera haberse presentido, sino a doce mil kilómetros, del otro lado del mar, y se miraron y se reconocieron. Si se ha perdido la oportunidad de la primera mirada uno corre el riesgo de no reconocerse más, de perderse en la muchedumbre…
Silvina Bullrich.
Los pasajeros del Jardín (1982).