Dediqué una cuantas semanas al ensayo de Alfred Stout, “Men in progress”. No puedo ni pretendo tener una idea de su obra, todavía. Leeré todo una vez más deteniéndome en las anotaciones que fui haciendo al costado, intentando. Es la perplejidad lo que me lleva a este comentario, no hay otra cosa. Su agudeza, su exactitud para decir, su descaro. Recordemos que Stout (Irlanda, 1920) dedicó su vida a las matemáticas y que fue por un episodio no muy claro (ni siquiera para sus biógrafos y mucho menos para sus críticos) que se inició en la ensayística y se obsesionó con lo que mucho tiempo después se llamaría “nueva masculinidad”.
Escribo sin comprender, lo comparto por vocación y cada quién considere lo que le parezca. Escojo lo menos significante por el lugar que ocupa y a la vez, el mejor pedacito que encontré de su idea, lo que demuestra también su pretensión de no ser entendido rápidamente, un modo de soberbia al que nos tiene acostumbrados. Se trata de una nota al pie (que recién advertí en una segunda lectura de ese capítulo 17 y que no hace más que confirmar sus pretensiones de invisibilidad ficticia) que dice:
“Los hombres solo necesitan que les crean. No esperan más que eso. Una mujer puede vivir sin que le crean, porque su condición es ya creíble. El hombre necesita siempre una justificación de existencia.”
Aunque la provocación es evidente, todo el ensayo es una provocación, llegar a esta idea es al menos un desafío a cualquier síntesis imaginada.
Un párrafo más y me retiro:
“Consumen (los hombres) su tiempo con asombrosa falta de capacidad para el disfrute propio. Es que justificar su existencia les lleva a las más diversas empresas, a las menos lógicas, si bien se lo piensa. Por eso el éxito masculino solo puede darse en parcelas. Que solo basta observar para encontrar que no hay buenos padres que sean buenos empresarios, ni buenos viajeros que conserven sus amistades. Son monofásicos intentando sostener y controlar lo que excede, ya no al género, sino a la condición humana.”
Dice Stout.
Esther