Tres mujeres en un renó 12. La más flaca fuma. La que maneja hace una maniobra y estaciona entre unos árboles al costado de la Ruta 8. La que va sentada atrás se recoge el pelo con un esmero inútil para la maraña que lleva. La flaca ya no fuma y apoya el cuello en el respaldo mientras mira pasar un camión de La Serenísima. No hablan. Ni siquiera se miran. Esperan sin ritmo. La más flaca prende otro cigarrillo y se quema con el encendedor. No se queja. Las otras no se enteran. La que maneja se da vuelta y le pregunta algo a la de atrás que pese a sus esfuerzos continua con el cabello como fideos. Le dice que sí con la cabeza y la otra enciende el auto, pero el Renó no se mueve. La más flaca señala a un hombre sin carácter que se acerca lento. Una de ellas baja la ventanilla y lo saluda con un gesto. El hombre sin carácter desaparece por el camino que lo trajo. La que maneja apaga el auto y deja colgar las manos sobre el volante. Están decididas a esperar sin ritmo. Y se quedan ahí hasta que anochece, esperando.
Esther