Victoria

Elegante, arrogante, seductora, autoritaria; se piensa que la literatura es un capricho, que los hombres niños, que Europa el mundo. Victoria Ocampo, mujer y oligarca, dos condiciones (en la época) para mantenerse al margen de intervenir en cuestiones culturales que escaparan al consumo o la beneficencia. Aun así se mete por los laterales, dinamita, acerca: se anima a ser punto de encuentro en una sociedad siempre en construcción.

Es una mala escritora. Ella es la ausencia y no lo niega. Por eso contiene antes que exhibe, es mecenas antes que intelectual. Vincula escritores y artistas y en ello pone todo su esfuerzo y dinero. Utiliza sus vínculos para crear redes, para acercar personas. Y al fin, ella misma es el invento de sus propias articulaciones. Eso es Victoria Ocampo, una mujer apasionada que busca. Y en esa búsqueda encuentra, no sólo para ella, sino para toda una cultura. Le tocaron en suerte una clase social regresiva y un género apéndice del otro, con esa invalidez, tradujo, editó, publicó, escribió, acogió, viajó… En una carta a Waldo Frank le dice: “no sabe usted lo que es vivir entre personas que nunca me comprenden ni aceptan. Usted no puede imaginar lo que es ser mujer en América del Sur”.

Esther